miércoles, 14 de septiembre de 2016

TRAS LAS HUELLAS DE CAMPOS - Parte 2

CARTA DE LA UNIÓN SAN JUAN MARÍA VIANNEY (CAMPOS) A JUAN PABLO II
[Una muy similar podría ser enviada a Francisco por la FSSPX en cualquier momento]

FUENTE
Santísimo Padre,
Humildemente posternados a los pieles de Vuestra Santidad, nosotros sacerdotes de la Unión Sacerdotal San Juan María Vianney de la diócesis de Campos, Estado de Río, Brasil, deseamos presentar un pedido al Vicario de Cristo y expresarle nuestra gratitud.
No tenemos ningún título que presentarle; somos los últimos sacerdotes de Vuestro presbiterio; no poseemos ni distinción, ni cualidades, ni mérito. Pero nuestra condición, por demás honorable, es de formar parte de las ovejas de Vuestro rebaño y esto es suficiente para atraer la atención de Su Santidad. El único título que nosotros reivindicamos con honor es el de católicos apostólicos y romanos.
Y, en nombre de nuestra fe católica apostólica y romana, nos hemos esforzado en conservar la santa Tradición doctrinal y litúrgica que la Santa Iglesia nos ha legado y, en la medida de nuestras pobres fuerzas y sostenidos por la gracia de Dios, de resistir a lo que Vuestro predecesor de ilustre memoria el Papa Paulo VI llamó la “autodemolición” de la Iglesia. Es de esta manera que nosotros esperar dar el mejor servicio a Su Santidad y a la Santa Iglesia.
Santísimo Padre,
Nosotros siempre hemos considerado estar en la Iglesia católica, de la cual nosotros jamás tuvimos la intención de separarnos a pesar de la situación de la Iglesia y los problemas que han afectado a los católicos de la línea tradicional, que Vuestra Santidad conoce, y que, creemos, llenan Vuestro corazón como los nuestros de dolor y de angustia: sin embargo jurídicamente nosotros hemos estado considerados como viviendo al margen de la Iglesia.
He aquí nuestro pedido: que seamos aceptados y reconocidos como católicos.
Viniendo al encuentro de nuestro deseo, Su Santidad ha encargado a Su Eminencia el cardenal Darío Castrillón Hoyos, Prefecto de la Sagrada Congregación para el Clero, de proceder al reconocimiento jurídico de nuestra posición de católicos en la Iglesia.
¡Cómo se lo agradecemos Su Santidad!
Nosotros pedimos, oficialmente, colaborar con Su Santidad en la obra de la propagación de la fe y de la doctrina católica, con celo y por el honor de la Santa Iglesia – “Signum levatum in nationes” –; en el combate contra los errores y las herejías que amenazan destruir la barca de Pedro, inútilmente porque “las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella”.
Nosotros depositamos en las augustas manos de Su Santidad nuestra profesión de fe católica: nosotros profesamos una perfecta comunión con la Sede de Pedro de la cual Su Santidad es legítimo sucesor. Reconocemos Vuestra primacía y Vuestro gobierno sobre la Iglesia universal, pastores y fieles. Declaramos que, por nada de este mundo queremos separarnos de la Piedra sobre la cual Jesucristo fundó su Iglesia.
Y si acaso en el calor de la batalla por la defensa de la Verdad católica cometimos algún error o causamos algún disgusto a Su Santidad, aunque nuestra intención siempre ha sido servir a la Santa Iglesia, imploramos humildemente Vuestro paternal perdón.
Renovamos nuestros más profundos sentimientos de veneración hacia la augusta persona del Vicario de Jesucristo sobre la tierra, y solicitamos para nosotros y para nuestro ministerio el precioso beneficio de la bendición Apostólica.
Hijos humildes y obedientes de Su Santidad, 

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